El reloj que marca nuestra historia:
120 años de perseverancia
Hay edificios que son más que paredes y ventanas. Son testigos silenciosos del paso del tiempo, guardianes de historias y protagonistas del paisaje de una comunidad. Para nosotros, en La Perseverancia Seguros, ese lugar es nuestra casa central en la esquina de Colón y Betolaza, en el corazón mismo de Tres Arroyos.
Desde hace 120 años, nuestra historia ha estado indisolublemente ligada a la de esta ciudad. Y en lo alto de nuestro edificio, un vigía de acero y bronce ha marcado el ritmo de esa historia compartida. Este es el relato de nuestro edificio y su monumental reloj, un símbolo de nuestra promesa de estar, de perseverar y de seguir marcando el tiempo, juntos.
Los orígenes: un edificio para la comunidad (1923)
Nuestra compañía nació en 1905, con el nombre La Perseverancia del Sur, fruto del esfuerzo de vecinos visionarios que soñaron con construir seguridad y progreso en Tres Arroyos. Con el crecimiento de la institución, surgió la necesidad de un espacio propio que estuviera a la altura de ese sueño colectivo.
En 1920 se aprueba la construcción de un edificio emblemático, encargado al arquitecto e ingeniero civil Adalberto Torcuato Pagano. Tres años más tarde, en 1923, las oficinas se trasladan al primer piso de la nueva sede, frente a la plaza principal de la ciudad. Desde entonces, el edificio no solo albergó el corazón de la compañía, sino que se convirtió en un ícono urbano, testigo de la vida tresarroyense.
El regalo del tiempo: el reloj del 50º aniversario (1955)
Así nació la idea de instalar un reloj monumental sobre la cúpula de nuestra esquina. Un reloj que no sólo midiera nuestras horas, sino las de todos. Que sirviera de guía al transeúnte apurado, que marcará el inicio de una cita o el final de la jornada laboral.
El diario local de la época capturó perfectamente el espíritu de la iniciativa.
El silencio y el renacer: la restauración de 1980
Pero el tiempo, con su andar implacable, también trae la necesidad de renovarse. Un día, el reloj dejó de funcionar y sus agujas quedaron inmóviles, como si el tiempo se hubiese detenido por un instante. El pulso de la ciudad parecía haber perdido uno de sus latidos.
Pasaron los años, hasta que llegó un nuevo aniversario significativo: nuestro 75°. En esa ocasión decidimos que el mejor homenaje a nuestra historia era devolverle la voz a nuestro reloj. En 1980, no solo lo reparamos; le dimos un nuevo corazón sonoro. Se le añadieron campanas que, con su tañido, volvían a conectar el cielo y la tierra.
El diario local lo describió con una emoción que aún hoy nos conmueve
120 años después: un nuevo latido
Hoy, en el marco de nuestros 120 años de historia, sentimos la necesidad de celebrar nuestro futuro honrando los símbolos de nuestro pasado.
Este año, nos embarcamos en un minucioso proyecto de puesta en valor del reloj monumental. Un equipo de especialistas trabajó con dedicación para devolverle su esplendor y precisión, respetando cada pieza de su historia. La restauración no solo consistió en la reparación de una máquina, sino que simboliza la recuperación de un emblema que une a generaciones de tresarroyenses.
Esta obra es nuestra forma de decir “gracias”. Es una reafirmación de nuestro compromiso con el patrimonio, con la historia y, sobre todo, con nuestra gente. Es la promesa de un futuro que seguiremos construyendo juntos, minuto a minuto, con la misma perseverancia de siempre.



